lunes, 25 de febrero de 2013

"Si nos descuidamos, El Ávila puede volver a ser una sabana"



El aspecto boscoso que hoy le vemos a El Ávila es algo relativamente reciente, pues se debe a todo un programado y minucioso proceso de reforestación que se llevó a cabo entre 1958 y la década del setenta. Antes de eso El Ávila era una gran sabana, llena de gramínea y poquísimos árboles de altura, como cualquiera puede comprobar viendo las pinturas de Cabré, los gabrados antiguos de la ciudad o incluso las fotos de Caracas de la década del cuarenta o cincuenta de este siglo.

Es algo que la gente ha olvidado y por eso siempre lo recuerda el arquitecto Mario Gabaldón, hoy Presidente de la fundación Instituto Botánico y jefe de la cátedra Planificación y Diseño de Parques Nacionales en la facultad de Arquitectura de la UCV y quien fuera director de parques nacionales entre 1989 y 1995.

-¿Está hoy en peligro esta condición boscosa de la montaña caraqueña?

-Los incendios siempre han mantenido en jaque esa condición. El regreso de la sabana, de la gramínea, es un peligro que siempre existe y que de hecho ya ha pasado en cientos de sus hectáreas, como las que están a la altura de Estribo de Duarte, en Sebucán, cualquiera lo puede ver hoy.

-¿Y por qué allí?

-Por los incendios de 2010.

-Pero luego de los incendios se hicieron campañas de reforestación...

-Pero se hicieron sin ninguna dirección, sin concepto. Reforestar no es hacer una fiesta y decir vamos a plantar 500 o mil árboles. Primero que nada hay que sembrar especies pioneras, de rápido crecimiento. La gramínea es una especie heliófila, necesita la radiación solar directa, y no deja crecer nada a su alrededor que le pueda hacer sombra. Sembrar samanes o apamates, eso es perder el tiempo y el dinero.

-¿Bastaría entonces con sembrar determinado tipo de especies?

-No, no basta. Reforestar no es solo sembrar árboles. Hay que hacer lo que se hizo cuando El Ávila fue declarado parque nacional en 1958, en un programa a largo plazo que no concluyó hasta los 70 y estuvo a cargo de José Rafael García: un tratamiento de ingeniería en sus pendientes, todo El Ávila fue terraceado y se le hicieron zanjas de absorción para que el agua penetrara en el subsuelo y no deslizara tanto. Si solo siembras sin hacer todo este trabajo, las lluvias se van a llevar todo por delante y habrás perdido el tiempo. Es muy distinto reforestar una llanura que reforestar una montaña.

-¿Y por qué eso no se hace hoy?

-En Inparques hay mucha gente valiosa, gente que trabaja, que sabe. Pero en general se han perdido la eficiencia, la infraestructura y los programas de capacitación.

-¿Qué tan peligrosas para la montaña resultan las invasiones en el extremo oeste de la vertiente sur: Puerta Caracas y Catia?

-Es un problema que para mí existe por un error de concepto: el límite oeste de El Ávila no debió ser la quebrada de Tacagua, pues ya toda esa zona estaba habitada en 1958, por entonces ya existía Plan de Manzano. Ahora toda esa zona está invadida. Pero dentro de todo, ese sería un problema que podría combatirse con más vigilancia, retomando aquel proyecto del gobierno de Lusinchi de la carretera fiscal. Porque la avenida Boyacá representa un límite bien claro para delimitar hasta dónde puede construirse, pero en todo ese espacio entre el distribuidor Baralt y la autopista Caracas-La Guaira, ese límite no existe tan claramente delimitado.

-¿No le alarma la proliferación de indigentes en las faldas de la montaña, sobre todo en los alrededores de Maripérez?

-Ese también es un problema fácil de manejar, bastaría con más vigilancia y con que se atendiera a esas personas.

-¿Cuál cree entonces que es el problema mayor que enfrenta hoy El Ávila?

-Lo que te decía: la pérdida de su zona boscosa.

-¿Y la acción más importante a emprender?

-Una reforestación seria en la zona del Estribo de Duarte.

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