jueves, 11 de octubre de 2012

Autobusete abandonado en Altamira y la Teoría de los Cristales Rotos



Desde hace varias semanas dejaron un autobusete abandonado en la 7ª Transversal de Altamira, entre la 2ª y 3ª avenidas, el cual ha sido desvalijado paulatinamente. Aruaca se ha comunicado con las autoridades de Tránsito de la Alcaldía de Chacao para reportar el caso que preocupa a vecinos y transeúntes que circulan regularmente por la zona.

El ITTCC está tratando de localizar al dueño del vehículo para solicitarle que lo retire del sitio donde está estacionado y después de un tiempo prudencial procederán a removerlo con una grúa. Mientras tanto, el vehiculo ha comenzado a ser depredado y presenta un espectáculo deplorable.

Este comportamiento social configura lo que en 1969, el Prof. Phillip Zimbardo de la Universidad de Stanford (EEUU) denominó la Teoría de los Cristales Rotos, un experimento de psicología social que consistió en lo siguiente: Dejó dos autos abandonados en la calle, dos autos idénticos, la misma marca, modelo y hasta color. Uno lo dejó en el Bronx, por entonces una zona pobre y conflictiva de Nueva York y el otro en Palo Alto, una zona rica y tranquila de California.

Dos autos idénticos abandonados, dos barrios con poblaciones muy diferentes y un equipo de especialistas en psicología social estudiando las conductas de la gente en cada sitio. Resultó entonces que el auto abandonado en el Bronx comenzó a ser depredado en pocas horas. Perdió las llantas, el motor, los espejos, el radio, los instrumentos, etcétera. Todo lo aprovechable y lo que podía venderse se lo llevaron y lo que no lo destruyeron por simple gusto, por vandalismo, por mero deseo destructor, por llano salvajismo.

Por el contrario, el auto abandonado en Palo Alto se mantuvo intacto en ese mismo período de tiempo; nadie se interesó en él, nadie intentó robarle algo. Sin embargo, el experimento en cuestión no finalizó ahí, cuando el auto abandonado en el Bronx ya estaba deshecho y el de Palo Alto llevaba una semana impecable, los investigadores rompieron un vidrio del automóvil de Palo Alto. El resultado observado acto seguido fue algo inesperado y desconcertante, ya que en Palo Alto se desató un proceso predatorio similar al antes constatado en el Bronx, y el robo, la violencia y el vandalismo fueron actuando y pronto redujeron el vehículo al mismo estado que el del barrio pobre.

¿Cuáles pueden ser las interpretaciones que razonablemente fundamenten el comportamiento humano en el contexto de los hechos antes expuestos? Evidentemente y en lo profundo, las conductas humanas no se condicionan únicamente por la situación de pobreza y de carencia que eventualmente se pueda padecer. La causa recóndita y subterránea del comportamiento social hay que buscarla por otro lado, hay que complementarla por otro lado. Y evidentemente tiene que ser algo ligado con la psicología humana, y con las relaciones sociales, y con la situación de entorno.

Muy posiblemente un vidrio roto en un auto que en apariencia era poco usado, transmite una idea de deterioro, de abandono, de desinterés, de despreocupación, de falta de supervisión, lo que va rompiendo códigos de convivencia y transmitiendo mensaje de ausencia de ley, de ausencia de normas, de ausencia de reglas, en resumen, transmitiendo la idea del "vale todo".

En experimentos posteriores (James Q. Wilson y George Kelling) desarrollaron la 'teoría de las ventanas rotas', misma que desde un punto de vista criminológico concluye que el delito es mayor en las zonas donde el descuido, la suciedad, el desorden, el maltrato la impunidad, la no supervisión, y el no apego a reglas, son ellos también mayores y evidentes.

Con la aparente falta de interés en resolver un problema, y/o con la notoria falta de medios de control, y/o con la aparente falta de sanción a los trasgresores, se crean las condiciones ideales para pensar en el vale todo, y los seres humanos abandonamos entonces nuestra urbanidad para al menos por un rato adherirnos al salvajismo. Si se rompe un vidrio de una ventana en un edificio y nadie lo repara, pronto estarán rotos todos los demás vidrios. Si una comunidad exhibe signos de deterioro y esto parece no importarle a nadie y/o resulta evidente que no hay medios para revertir esta situación, entonces allí se generará el delito, la transgresión y la arbitrariedad.

Si se cometen pequeñas faltas, como por ejemplo estacionarse en lugar prohibido, exceder el límite de velocidad al conducir un automóvil, o pasarse una luz roja, y si esas faltas no son mayoritariamente sancionadas, entonces comenzarán faltas mayores, y luego delitos cada vez más graves, pues se pierden las referencias, pues no se saben ubicar los límites, pues hay entonces inseguridad para saber qué es lo bueno y qué es lo malo, para saber qué está socialmente permitido y qué está socialmente prohibido, para saber hasta dónde se puede llegar sin recibir sanción o condena o reprimenda.

Si los parques y otros espacios públicos deteriorados son progresivamente abandonados por la mayoría de la gente (que deja de allí concurrir por temor a los infractores, o por temor a presiones, a injurias, a situaciones incómodas y enojosas), y si de una u otra forma esos lugares son también abandonados por las propias instituciones estatales que aparentan ser omisas o que aparentan no tener medios, indudablemente el descuido y la suciedad y la arbitrariedad allí van ganando terreno, y finalmente todo es allí ocupado por los delincuentes, mal vivientes, marginados y drogadictos (Por ejemplo, en el Parque Caballito de Altamira se han robado varias veces las piezas sanitarias de los baños y el espacio permanece sin vigilancia).

En un sentido positivo, la “teoría de las ventanas rotas” fue aplicada por primera vez a mediados de la década de los años ochenta en el tren metropolitano de la ciudad de Nueva York, el cual de hecho se había convertido en el punto más peligroso de la ciudad. Allí se comenzó por combatir las pequeñas transgresiones: (a) graffitis que deterioraban y ensuciaban el lugar, (b) descuido general de las estaciones (falta de pintura, cosas rotas o que no funcionaban), (c) poca puntualidad o irregularidades en los servicios, (d) ebriedad permitida entre los usuarios, (e) evasiones del pago del pasaje, (f) pequeños robos y desórdenes, etc. Al actuar así, los resultados poco a poco entonces se hicieron evidentes. Comenzando por lo pequeño, finalmente se logró hacer del citado medio de transporte un lugar seguro, cómodo, y limpio. Posteriormente y ya en 1994, Rudolph Giuliani, el entonces alcalde de la ciudad de Nueva York, basado en la ya mencionada “teoría de las ventanas rotas” y en la experiencia exitosa en el tren metropolitano, impulsó una política de “tolerancia cero”.

La estrategia consistió en crear comunidades limpias y ordenadas, no permitiendo transgresiones a la ley y a las normas de convivencia urbana. ¿Y el resultado práctico? Enorme abatimiento de todos los índices criminales de la ciudad de Nueva York. Cierto, la expresión “tolerancia cero” suena a una especie de solución autoritaria y represiva, pero su concepto principal es más bien la prevención de las ilegalidades, así como la promoción de convenientes condiciones sociales generales.

Hay que derrumbar la idea de que se puede transgredir sin ser sancionado, y sin siquiera recibir un castigo moral o reprobación moral por parte del entorno social. Hay que derrumbar la visión de que el vecino es infractor sin que nada le pase. Hay que erradicar la idea de que se puede llegar a generar un perjuicio a algo o a alguien, al vecino, al Estado, a la naturaleza, al cliente desprevenido, sin por ello recibir sanción, sin por ello al menos tener que pagar una multa. Se trata de crear comunidades respetuosas de la ley y de los códigos básicos de la convivencia social humana.

Datos tomados de:
http://es.scribd.com/doc/66285541/La-Teoria-de-Los-Cristales-Rotos

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