jueves, 17 de mayo de 2012

Cemento y muerte


Cuando se desplomó la Unión Soviética y se vivió un periodo de libertad, quedaron al descubierto miles de archivos secretos no sólo sobre las grandes matanzas y crueles purgas políticas cometidas por Stalin, sino también sobre el altísimo grado de contaminación ambiental que, a espaldas de la sociedad, había acumulado el aparato soviético.

Salieron a la luz hechos gravísimos como el de Chernobyl y los verdaderos alcances de ese mega-accidente nuclear que afectó a toda Europa. Como la mentira tiene patas cortas, los movimientos ambientalistas comenzaron a tener noticias de inmensos y secretos vertederos de desechos tóxicos en la URSS. Descubrieron que los grandes ríos y los apacibles lagos de los que tanto se ha hablado en la literatura rusa se habían convertido en cloacas hediondas y en aguas infectas. Ni qué decir del aire y el mar de las repúblicas comunistas: el nivel de contaminación superaba con creces los del resto del mundo. Pero como nadie podía denunciar nada ante los medios de comunicación ni alertar al mundo sin ser perseguido y detenido, los crímenes ambientales se sucedieron sin cesar.

Hoy en Venezuela vamos por el mismo camino y con los mismos resultados: un país donde Pdvsa quiere que en Monagas la gente tome agua contaminada por un derrame de petróleo y miente a sabiendas de que beber ese líquido pondrá en riesgo la vida de centenares de niños, ancianos y mujeres embarazadas. A la luz de las normas de las ONG internacionales esto constituiría un crimen de lesa humanidad porque se envenenaría oficialmente, desde la principal industria del Estado, a toda una región.

El Gobierno se ha empeñado en desprestigiar a las ONG y a los medios de comunicación que han denunciado este crimen ambiental, y el Ejecutivo ha preferido arremeter contra el gobernador de Monagas porque cumplió con su deber e impidió el envenenamiento de la población. Chávez no ha dicho ni pío porque su reelección depende de Pdvsa.

Pero sus planes se le complican cuando al ministro Farruco se le ocurre la genial idea de llenar de cementeras y concreteras el contaminado valle de Caracas. Que se asfixien los ciudadanos en Catia, en el centro de la ciudad, Santa Mónica, Juan Pablo II, Santa Eduvigis, El Paraíso, La Rinconada, El Llanito y La Carlota.

Ya sean demócratas o rojitos, que sus hijos padezcan asma y desarrollen luego otras enfermedades pulmonares, que a las viejitas y viejitos se les acorte la vida cual campo de concentración, que reine el cemento y que mueran las áreas verdes que son un estorbo para la orden que dio el Comandante.

Que se vulnere el Parque del Este colocando allí una cementera, que se agrieten y destruyan las calles por el peso de los camiones, que se dé permiso a una deforestación feroz y que se le dé privilegio a una multinacional extranjera brasileña como Odebrecht para que envenene el ambiente, no es sino una muestra de la entrega de Venezuela a los designios de otro país.

EDITORIAL, Cemento y muerte, 17-May de 2012|El Nacional

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