Desde los ocho años solía sentarse en la orilla de la playa de la isla de Coche a contemplar el paisaje. A disfrutar del color del cielo, de la claridad del agua y de la planicie costera, al sur de la isla de Margarita, que todos conocen con el nombre de las "Tetas de María Guevara".
"Ahí nació la idea de pintar el mar", dijo en una entrevista el pintor margariteño Ramón Vásquez Brito, quien en una oportunidad también llegó a comentar que él conversaba con el mar. Y esas palabras se transformaron en trazos cuando su padre le regaló unos creyones.
Fue entonces cuando el artista plástico, Premio Nacional de Artes Plásticas en el año 1950, comenzó a dibujar los paisajes y "las bondades" -como él las llamaba- tanto de la isla de Margarita como de Coche. "Cuando pinto me siento dueño de esas bondades", comentó Vásquez Brito, quien el pasado viernes, en horas de la tarde, soltó los creyones y falleció tras permanecer una semana hospitalizado en la sala de cuidados intensivos de un centro clínico de Porlamar.
Ramón Vásquez Brito se despidió entonces de su mar, de sus transparencias, del remanso y de la luz de Margarita que tanto amaba.
"Me he pasado la vida viendo el mar, la costa, la arena, esos paisajes que robaban y roban mi atención por horas. En cada nueva contemplación el paisaje es diferente. En las últimas obras he logrado la sensación de quietud y paz", decía con su característica serenidad el pintor, que naciera el 29 de agosto de 1927, que se formara en la Escuela de Artes Plásticas y Artes Aplicadas de Caracas, y que bajo la influencia de Cézanne comenzara a transitar por el cubismo.
Una etapa pasajera, según el crítico de arte, curador y artista plástico Perán Erminy, para luego -después de 1954- militar durante años en el arte abstracto-geométrico, fruto del cual son las policromías realizadas para los superbloques del 23 de Enero, en Caracas.
"Tuvo una época un poco confusa en la que no parecía decidirse cuál iba a ser propiamente su lenguaje. Fue informalista, pero dentro de la abstracción informal", sostiene igual el historiador y crítico de arte Roldán Esteva-Grillet.
"Pero su estilo es inconfundible", apunta Perán Erminy. "En los años 60 tuvo un período abstracto, pero volvió a la figuración. Hasta que fue blanqueando todos su cuadros, para terminar con obras muy luminosas sobre Margarita. Captó la esencia del paisaje. Un paisaje sin tiempo. Pintó desde sus recuerdos. Empezó descubriendo en la pintura el gusto por la contemplación visual, viendo esos paisajes de Margarita cuando era un niño. Algunas cosas se le quedaron muy grabadas. Llegó a la síntesis de lo esencial, no solo en la parte espiritual sino formal. Halló una técnica", agrega el crítico acerca de Vásquez Brito, quien, por cierto, solía visitar todos los sábados a Armando Reverón.
Precisamente, semejante influencia hizo que los paisajes de Vásquez Brito transcendieran a un minimalismo abstracto para plasmar toda la sensibilidad de sus recuerdos del mar a través del blanco.
"La luz para mí significa mucho. Sobre todo la luz nuestra, margariteña. Yo no veo el azul del cielo; yo lo veo blanco, para mí es blanco", dijo Vásquez Brito, a quien Esteva-Grillet considera el segundo artista oriundo de Margarita más importante de la historia del arte venezolano, luego del escultor Francisco Narváez. "Él hizo mucho por el paisaje. Sobre todo porque tuvo la capacidad de desprenderse de la escuela del momento. Fue de los artistas que llegó a los 80 años haciendo exposiciones. Sacó todo de su memoria, eso lo hizo más creador", dice Esteva-Grillet.
Solo queda dar las gracias. Gracias por esos paisajes de su niñez, maestro.
DUBRASKA FALCÓN, EL UNIVERSAL
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