sábado, 18 de septiembre de 2010

Carteles que son memoria


El cartel de la famosa fábrica fundada hace 84 años por los primos Espinosa-Fernández, 2 vecinos de Candelaria que hacían helados caseros, desapareció de su pedestal de Chacao hace una década. El legendario logo de Efe (empresa adquirida por la Polar en 1987) que reproducía este cartel fue cambiado en el año 2005, acabando de un plumazo con una imagen que tenía casi 80 años como parte del imaginario colectivo de los caraqueños.

Hay carteles en Caracas que forman parte insoslayable de la identidad de la ciudad, vallas desde las que aún habla una época ya ida donde lo artesanal era lo cotidiano y no la excepción. Como vivimos en una ciudad de "derribadores" que hizo del escombro su emblema (la frase es de Cabrujas), casi todos los días se remueven viejos carteles sin que a los ejecutores les tiemble la mano y sin que aquí se levante demasiado polvo. Pero a pesar de la indolencia general, existe gente a la que le importa el destino de estos viejos íconos de la ciudad.

Hace dos años, el artista plástico Luis Romero abrió un grupo en Facebook (Avisos, carteles, tipografía de Caracas de ayer y hoy) y desde allí ha realizado un inventario de los carteles y vallas más importantes de la capital. La idea tuvo tanta recepción que el grupo ya cuenta incluso con "corresponsales" fijos en el interior, como María García en Valencia o Gerardo Mogollón en el litoral.

Cuenta Romero que hubo un hecho puntual que le despertó esta inquietud: en el año 2002 fue removido el cartel de la panadería Los Nietos (Altamira), que tenía letras corpóreas en neón y que estaba allí desde los 60. Fue sustituido por otro de una transnacional "sin ninguna estética", y cuando algún tiempo después Romero preguntó por el antiguo, le respondieron que lo habían botado. "Me di cuenta de que la ciudad nos la estaban quitando de a pedacitos, y sentí que había que hacer algo, que había que sensibilizar a la gente ante este cambio de carteles artesanales por otros planos, sin personalidad, genéricos. Cuando fundé el grupo supe que no era el único que tenía esa preocupación".

Rossella Consolini, una de las integrantes del grupo, dice que siempre le ha sorprendido el poco interés que se presta a estos símbolos de la ciudad que son los carteles: "La otra vez fui a la plaza de San Jacinto y me horrorizó cómo habían arrasado con todos, igual que hicieron en Sabana Grande. ¿A eso llaman rehabilitar, a borrar toda memoria del pasado?".

Valery Ragonne critica además que los que aún se mantienen en pie no son mantenidos, y que debido a la desaparición de unos carteles y el deterioro de otros, la ciudad se está volviendo cada vez más gris. Y aunque ella cree que puede tratarse de una concepción "socialista" de la urbe, Romero cree que ni siquiera se trata de eso: "Es indolencia más que otra cosa. La av. Carlos Marx, en Berlín, estaba llena de carteles y vallas durante el comunismo".

Dice que abundan los ejemplos a escala internacional que muestran el interés que a los carteles se les da en otros países: el de Valdivieso y Monarca acaban de ser declarados bienes de interés patrimonial en Santiago de Chile en mayo pasado, en Queens (Estados Unidos) debieron reponer, luego de las quejas de los vecinos, un cartel de Pepsi-Cola que estaba allí desde 1936 y a pesar de que la fábrica se mudó de ciudad, y en Hollywood jamás se pudo tocar el emblemático cartel para hacer condominios, tal y como pretendía una constructora.

Y mientras aquí los desechan, en otras ciudades hacen exposiciones artísticas con carteles históricos. Así Romero nombra el Museo de las Letras, en Berlín o la colección de carteles que tiene el Museo de la ciudad de Nueva York, o las exposiciones que ha realizado el Design Museum, en Londres. Y se pregunta por qué aquí un museo como el de la Estampa y el Diseño Carlos Cruz Diez jamás se ha interesado por eso.

Nunca es tarde: desde el grupo existe la propuesta de rescatar todos aquellos carteles que aún están en pie pero que hacen publicidad a fondos de comercio que ya desaparecieron (como el del Radio City), y exhibirlos en un museo. Sería una forma elegante de evitar una extinción que parece cantada.

JAVIER BRASSESCO | EL UNIVERSAL
sábado 18 de septiembre de 2010

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