Tiene 88 años y se alegra de tener la vitalidad y la claridad mental para seguir trabajando. Carlos Cruz-Diez (Caracas, 1923) es una figura clave en la historia del arte del siglo XX, uno de los creadores del Op Art en los años sesenta. Es el artista invitado este año en la feria Estampa, que se desarrolla en Madrid hasta este domingo en el recinto de Ifema (pabellón 8). El certamen anual de arte múltiple contemporáneo cuenta con un centenar de expositores, con obras de arte gráfico, esculturas, vídeos, fotografía y otros formatos que permiten ediciones en número limitado.
Pocos artistas, sobre todo latinoamericanos, han publicado libros en los que desarrollan sus ideas sobre el arte, como ha hecho Cruz-Diez en Reflexión sobre el color (Arte y Ciencia / Fundación Juan March, Madrid 2009). "Creo que todo artista que pretende modificar un discurso precedente tiene que escribir mucho y explicarlo", afirma. "La gente acepta siempre las técnicas tradicionales del arte, cuando uno va en contra tiene que orientar y explicar el por qué. Ya lo hicieron los constructivistas, hay que ver lo que escribió Malevich, lo que escribió Klee, y yo he seguido esa vía.
Cuando empecé a exponer mis obras la gente no entendía nada. Es lo que sucedió con las cromosaturaciones, es decir, las ambientaciones de color que hice en 1965, aunque no las pude exponer hasta 1968 en Grenoble. Como no había objetos ni formas la gente pasaba de largo y no se detenía. Somos adoradores de la forma y la gente al no encontrar ninguna ni hallar nada que mirar, se iba. Por eso sentí la necesidad de explicarlo, porque el arte es para ellos, para su placer. Y es que la gente mira, pero no ve".
Es algo que le sucedió a él mismo cuando era estudiante. Un profesor le hizo observar la cantidad de matices y colores que había en lo que acababa de pintar como un muro gris. ¿Somos la mayoría -incluidos muchos artistas- un poco analfabetos del color? "Por supuesto, porque es tal la invasión de imágenes y colores que nos rodea, que nos volvemos insensibles a ello. Es como un músico, que oye sonidos que el resto no percibe. Los sonidos están presentes y también se los imagina. Es la invención musical igual que en la pintura. Creo que el arte, en cierto sentido, es didáctico. La poesía lo es, nos enseña a descubrir cosas que ni imaginábamos. Mi obra tiene el propósito, algo utópico, de mostrar que hay más cosas que ver. Hay que despertar esas percepciones dormidas".
Cruz-Diez ha trabajado mucho con los efectos ópticos, como la persistencia retiniana, la postimagen, la radiación cromática. "La mayor cantidad de información que captamos entra por la percepción visual. Eso es en lo que he tratado de profundizar y explicarme el por qué. No para demostrarlo sino para convertirlo en un lenguaje y hacerlo cada vez más eficaz. No son efectos ópticos, son realidades".
En los años sesenta el arte latinoamericano tuvo un momento de "visibilidad" internacional -simultáneo al boom literario- y hoy parece que hay un nuevo auge. Se rescatan como si fueran nuevos artistas -como él mismo- de los años sesenta y los nuevos están bien situados en la escena mundial. "En América Latina hubo un movimiento de ruptura que salió de los países sin historia, países de inmigrantes: Venezuela, Uruguay, Argentina y Brasil.
También los grandes países de antiguas culturas (México, Perú, Colombia) han tenido excelentes artistas, pero no con espíritu de ruptura. Eso surgió de nosotros y ahora se han dado cuenta, por lo que ahora tenemos una gran audiencia. Estoy muy feliz porque, después de tantos años, ahora somos escuchados. Los jóvenes ahora sí entienden mi trabajo. Yo le llamaba participativo, manipulable. Ellos me dicen, eso es interactivo. Es lo mismo".
Pero no todo ha sido luz y color en la trayectoria de Cruz-Diez. Hubo épocas, como durante la predominancia del conceptual, en que las obras del Op Art o el cinético era carne de museo. Historia. Pasado. "Ahora hay otra percepción. Mi trabajo, desde los cincuenta, es totalmente programado y sistemático. Me lo criticaban mucho en ciertas épocas, decían que era muy frío. Lo mío es matemático, el uno y el cero", dice. En todo caso, se trata de un artista consecuente con su trabajo.
"Siempre he dicho que la perfección es la acumulación de fracasos. Cuando uno llega a estructurar su discurso, como un poeta o un novelista, uno va fracasando hasta que termina por surgir la estructura deseada. No es tener ideas, ideas tenemos todos. Es estructurar una plataforma conceptual. Y eso es lo que hay que lograr, lo que han conseguido grandes artistas del pasado como Velázquez o Monet. Ellos inventaron un discurso. A mí cada día los resultados me dan atisbos de otras posibilidades, y sigo adelante".
FIETTA JARQUE - Madrid - 20/10/2011
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