domingo, 28 de noviembre de 2010

Arthur Kahn, El Arquitecto del edificio Altamira de la Plaza Francia


Quizá muchos no conocen su nombre. Pero Arthur Kahn es el artífice de varios iconos arquitectónicos de la ciudad, incluido el Pasaje Zingg y el Edificio Altamira. Trabajó con Carlos Raúl Villanueva en la Ciudad Universitaria y de paso es músico y cantante. Este año cumplió un siglo con total lucidez y refrenda su optimismo por esta ciudad a la que declara extraordinaria. Este trabajo revela la historia de un genio centenario que estaba en el olvido
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Una lámpara ocre con una estrella ilumina la antesala de su apartamento e irradia algunos destellos sobre un mural de abstracción geométrica. Al traspasar una desgastada cortina blanca, aparece un salón con techo a doble altura y un ventanal que antecede a una pequeña terraza. En un sillón de cuero negro está sentado Arthur Kahn. Está cumpliendo 100 años. Es arquitecto, tal vez uno de los más importantes del siglo XX en Venezuela. Sin embargo, muy pocos conocen su nombre.

Arthur Kahn diseñó el Pasaje Zingg, el emblemático Edificio Altamira de la Plaza Francia, el del Instituto Anatomo-Patológico del conjunto de la Ciudad Universitaria de la UCV, el célebre Hotel Nacional. También la primera etapa del IVIC (Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas), el edificio BECO-Blohm de la esquina de Puente Yánez, la Torre Aco de Las Mercedes, entre tantos otros íconos de Caracas. A pesar de una obra arquitectónica tan relevante, son casi inexistentes los registros de su trabajo en los libros de historia de la arquitectura en Venezuela. Todavía hay quienes se preguntan quién es Arthur Kahn.

Un relato de vida. Kahn es venezolano por nacionalización, con casi 70 años de residencia en el país. Nació en Estambul, Turquía, el 10 de octubre de 1910. Es el segundo de dos hijos de una pareja de aristócratas turcos. Su temprana infancia la vivió junto a su hermano mayor, O. San, y sus padres, en la parte oriental de Estambul a orillas del Bósforo. Su primer idioma fue el griego dado que en aquel entonces todas las niñeras en Turquía eran inmigrantes del país helénico. En 1915, poco después de estallar la Primera Guerra Mundial, Arthur Kahn, un niño de cinco años, se trasladó junto a su familia a Viena. En la capital austriaca recibió sus primeras clases de dibujo y piano. Descubrió su facilidad para expresarse gráficamente y su pasión por la música.

A la edad de 15 años ya dominaba el trombón, la guitarra, el piano y el bajo. Con 17 años, viajó a Suiza para concluir la secundaria. Hablaba griego, alemán e inglés y a partir de esta etapa se acostumbró a su nuevo idioma: el francés. Durante su estancia en el colegio alpino compartió clases con dos venezolanos: Alejandro Lara y Juan Liscano, a quienes llamaba "americanos del sur".

En 1932 trabajó como trombonista en la orquesta de la famosa cantante y bailarina americana Josephine Baker durante su gira por Austria. Años después sería ella, su amiga Josephine, la persona que salvaría a sus padres y a su hermano durante la invasión alemana a Francia. Ese gesto le permitiría huir con su familia a Venezuela.

A los 24 años se trasladó a Francia para iniciar sus estudios de arquitectura en la Escuela de Bellas Artes de París, en el prestigioso taller del profesor George Gromort. Su vida de estudiante coincidió con la recesión previa a la guerra, por lo que se vio obligado a trabajar como mago y bailarín profesional de tap en cafés, cabarets y teatros de vaudeville parisinos para conseguir un dinero extra que le permitiera cubrir sus gastos. Se graduó de arquitecto en 1939, cuando inicia la Gran Guerra, y finalmente, en 1942, salió de Marsella con destino a Puerto Cabello.

Kahn, el arquitecto. Llegó a Venezuela en julio de 1942. En su primer empleo como músico duraría pocos meses, al ser contratado como dibujante de arquitectura en el Ministerio de Obras Públicas. "Un día encuentro al arquitecto Carlos Raúl Villanueva. Había sido contratado por el Ministerio de Obras Públicas para elaborar el proyecto de la Ciudad Universitaria. Me propuso trabajar con él, renuncié al ministerio y me incorporé al equipo de Villanueva", recuerda a sus 100 años. Con Villanueva trabajó en las primeras proyecciones de la Ciudad Universitaria, en el diseño del Hospital Universitario y del edificio del Instituto de Anatomo-Patología. En paralelo, Kahn fue contratado para el proyecto del Hotel Nacional (1947) de la avenida Bolívar, su primera gran obra en Venezuela, lamentablemente demolido, y aún recordado por el roof bar que diseñó para la terraza. Eso ameritó una jornada intensiva. "Trabajaba de día con Villanueva en el proyecto de la Ciudad Universitaria y de noche, en casa, en el proyecto del Hotel Nacional".

Inmediatamente surgieron otras oportunidades para Kahn y después de dos años de trabajo, dejó a Villanueva e inició su propia compañía, Arquidec C. A. "Tenía entre manos muy buenos proyectos: además del hotel, inicié el Edificio Altamira para Luis Roche en Altamira (1947) y el Edificio BECOBlohm (1948) en la esquina de Puente Yánez para Jorge Blohm". Según el propio Kahn, la obra del Edificio Altamira la obtuvo de manera casi fortuita. Kahn supo que Luis Roche, uno de los mayores constructores de entonces, planificaba urbanizar una gran extensión de terreno en el este de la ciudad. Así consiguió una entrevista con él y le ofreció sus servicios como arquitecto. Acto seguido, Luis Roche le dijo: "Nosotros no somos arquitectos, pero tenemos muy buenos libros de arquitectura y por eso nunca utilizamos los servicios de un arquitecto". Frase a la que Kahn respondió: "Estimado señor Roche, gracias por su hospitalidad y si un día se siente mal de salud llámeme por favor, no soy médico pero tengo muy buenos libros de medicina".

Al día siguiente, Roche llamó a Kahn para discutir los términos de un contrato en el que lo empleaba en la elaboración del proyecto del Edificio Altamira. Pocos años después, en 1951, inició el Pasaje Zingg, el primer centro comercial de Caracas y el primer edificio con escaleras mecánicas (de madera) en un pasaje que albergaba 40 de las más elegantes tiendas de la ciudad y cuyo diseño conectó dos calles de diferentes alturas a través de un corredor interior. En 1954, el profesor Humberto Fernández Morán ­creador del bisturí de diamante­ le propuso a Kahn hacer el diseño de un Instituto de Ciencias que se proponía crear en Venezuela. "La entrevista duró siete horas. Al concluir el encuentro teníamos un proyecto y había nacido una amistad que duraría hasta el día de su muerte. Diseñé así la Unidad Piloto Experimental del IVNIC (1954-55), primer cuerpo de edificios del actual IVIC".

Quijote moderno. Con ayuda de su bastón, Arthur Kahn atraviesa el salón de su casa hasta el comedor. Se suelta sobre una silla y merienda un enorme trozo de pie de limón y una taza de café con leche que le sirve Juanita, la señora que trabaja para él desde hace 30 años. Con ayuda de una lupa, revisa algunas fotos viejas. Le cuesta oír con claridad y se niega a usar el aparato auditivo.

Habla con dificultad, pero responde preguntas de forma precisa. Hay días que no habla. Otros amanece conversador. La lucidez de su mirada revela que su expresión oral está un nivel más bajo que la rapidez de su pensamiento. Nuevamente se pone de pie y Sol, su enfermera, le asiste en una rítmica marcha rumbo a la terraza. Al fondo se ve la estampa de un rascacielos invadido, a modo de enorme rancho vertical, con la mayoría de sus cristales rotos en una muestra evidente de que el proyecto de modernidad que alguna vez tuvo esta ciudad fue una ilusión.

Inicia su rutina de ejercicios diaria: con el bastón se sostiene de la baranda y cae de forma algo brusca sobre una silla que Sol ubica detrás de él. Hace cinco repeticiones y finaliza. Se dirige a su cuarto, una habitación en la que está rodeado de acuarelas de su autoría. Un colorido mundo de mangos, acacias, araguaneyes, samanes, bosques y riachuelos. En su espacio más íntimo no hay arquitecturas, sólo paisaje y naturaleza. Sobre su mesa de noche hay una vieja fotografía de Arthur Kahn con micrófono en mano sobre un escenario, o tal vez sea en realidad Peter Anders, alter ego con el que luego de cada función siempre garantizaba recibir aplausos, en aquellos años en que practicaba la música y el baile.

La vida de Arthur Kahn refleja la épica de un hombre que nació con el nuevo siglo, en el albor de la modernidad. Es tal vez el último moderno vivo en Venezuela.
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Jonathan Gutiérrez jonguto@gmail.com / @jon_gut Efrén Hernández cien100@gmail.com
El Nacional Todo en Domingo - Domingo 28 de Noviembre de 2010

5 comentarios:

Arq. Juan Carlos Leal Rojas dijo...

Que increíble historia, un personaje del que poco se habla, pero una obra memorable y de admirar.

Arq. Juan Carlos Leal Rojas dijo...

Que increíble Historia, Un personaje del que poco se nos habla en la facultad pero con una obra de admirar.

Isolina Albano M. dijo...

20/11/2011
Mis condolencia a sus hijos Sra. Silvia Khan Beer, Dennis Khan Beer, su sobrina Dra. Lorena Khan por tan irreparable perdida. El Arqt. Arturo fué un hombre que dejó huella y un importante legado a todos nosotros los Venezolanos.
paz a sus restos

Maria dijo...

¡Me encantó esta página, muy buena reseña! Congratulaciones al autor y mi personal agradecimiento por su contribución a mi cultura. Gran personaje el arquitecto Khan...

Artur Landerzon Barrera Garcia dijo...

Tributos

Plaza Altamira http://arturbarrera.blogspot.com/2016/03/plaza-altamira-edificio-univers-un.html