Cuando Henrique Graf llegó a Venezuela, en 1952, la primera orquídea que observó fue de la especie Encyclia cordigera. Una flor similar había avistado en su país natal, Guatemala. Sin ser supersticioso, al jardinero especializado en orquídeas y bromelias en Alemania le pareció buen augurio la coincidencia, que recuerda con precisión.
Después de un año de trabajo en el Jardín Botánico de la Universidad Central de Venezuela, Graf decidió independizarse para cuidar plantas de algunas colecciones particulares. Fue el primer paso para dedicarse exclusivamente a la producción de orquídeas y bromelias y construir el Plantío La Orquídea, casi dos hectáreas donde se cultivan estas flores, que luego se exportan.
El interés por las plantas fue parte de la herencia que recibió de su padre, que se dedicaba a la producción de café. El misterio que se entretejió durante muchos años en torno a las orquídeas capturó su atención y lo impulsó a su estudio. "La orquídea ocupa el tope máximo en el mundo vegetal, pues su sistema de reproducción es muy complejo, similar al de los humanos", indica Graf.
La particularidad de cada una de estas plantas, los vivos colores que las visten y las variaciones de las especies han sido para el presidente de la Fundación de Cultivadores de Orquídeas razones para dedicar su vida a ellas. "Todavía no lo sé todo sobre las orquídeas. Para mí son como las mujeres: siempre se descubre algo nuevo en ellas", dice con voz pausada.
Una vida de cultivo. No titubea al decir que su secreto para que las orquídeas florezcan es mantenerlas bien nutridas. A pesar de que no existen fórmulas exactas y cada especie requiere cuidados diferentes, el abono, la iluminación, la ventilación y el agua son requisitos indispensables para ellas. Siguiendo esa premisa, Graf envía el tejido de las hojas a un laboratorio, para chequear dos veces al año el estado nutricional de sus plantas, que compara frecuentemente con la complejidad del ser humano.
Graf se involucra en todos los procesos de las plantas. A sus 80 años de edad se mantiene activo en la empresa familiar que dirige junto con 2 de sus 3 hijas, y se traslada en vehículo de un lado a otro del vivero, donde trabajan 12 personas. Suele viajar al extranjero para admirar orquídeas de otras tierras en Asia, Australia o algunas partes de Europa, afirma quien siente preferencia por la Cattleya labiada, declarada Flor Nacional.
"Hoy en día no me importan los premios en las exposiciones. Mi mayor satisfacción es saber que tengo las mejores plantas cultivadas", asegura. De su vida sólo lamenta no haber comenzado antes el cruce de orquídeas en el laboratorio, que desarrolla desde hace 30 años: "He descubierto cosas sorprendentes todas las tardes cuando me dedico a esto, y quizás hubiese obtenido otros resultados".
Mariel Cabrujas, El Nacional
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