Respeto" dice uno de los murales pintados en el ala sur de la plaza Francia de Altamira. Quizá no pensaba el artista que lo elaboró que a unos metros de su obra, tres jóvenes se abalanzarían al cuello de dos incautos que salían del Metro para despojarlos de sus pertenencias. Eso ocurrió el pasado miércoles, a las 7:09 pm. Minutos antes los hampones, adolescentes aún, ingerían bebidas alcohólicas en las escaleras del lugar.
"¡Esto es una locura!", se limita a decir Lili Gardel quien, con 40 años viviendo en el municipio, es testigo del cambio que atraviesa el espacio. "Hay mucha inseguridad, gente bebiendo, diciendo groserías y besándose por todos lados, como si estuviesen solos", sostiene sobre lo que observa cada vez que sale a pasear a su mascota.
En los 12 mil 500 metros cuadrados de este espacio de recreación, inaugurado en 1945, se mezclan quienes andan en tránsito (esperando camioneticas o el Metrobús en la Av. Francisco de Miranda); quienes hacen gala de sus preferencias sexuales jugando al romance entre los espacios oscuros, de aquellos que buscan divertirse sin reservas o incluso consumir drogas a la vista de todos.
"Todos los rascados presten atención", grita una adolescente a otros 11 jóvenes en cuyas manos se rota la botella de ron que, por ese momento, los hace sentirse grandes y plenos. Ignoran quizá que la Ley Orgánica de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes les prohíbe estas actividades y penaliza a sus padres por permitirlas.
"Antes venía gente mayor, era más tranquilo. Lo bueno es que la policía cuando pasa pone orden", dice una vecina que prefiere no identificarse mientras conversa con otros tres amigos arropada por la oscuridad de la pérgola. Esa noche no estaba por allí la pareja motorizada de la policía municipal, la de ciclistas ni la que realiza patrullaje a pie.
En referencia al tema sólo fue posible conseguir la versión de Polichacao. El inspector Néstor García, destacó que si bien han detectado irregularidades hacen esfuerzos para combatirlas. "Cuando el policía está esas cosas no ocurren y una calle oscura da mayores problemas", sostiene tras destacar que cada viernes realizan operativos con el personal del Consejo de Protección del niño, niña y del adolescente para educar a jóvenes sobre el uso de la plaza.
"La gente viene a drogarse aquí", puntualiza Ibrahim Torrealba, para quien este ya no es un espacio familiar. Intactos se mantienen los capachos amarillos y rojos que traen a varios vecinos el recuerdo de lo que la plaza "fue alguna vez".
ANYIMAR COVA LUGO | EL UNIVERSAL
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