Los bisontes descubiertos en 1879 por la hija del botánico
Marcelino Sáenz de Sautuola (recuérdese la frase: "¡Mira, mira, papá, bisontes en el techo!"), volverán a ser contemplados, aunque en pequeñas dosis. Así lo dicta la resolución del nuevo patronato de las
cuevas de Altamira, situadas dentro del territorio de Santillana del Mar,
Cantabria (España), que ayer abrió la vía a una nueva reapertura de la conocida como Capilla Sixtina del arte rupestre.
En la unánime decisión final se impuso la solución salomónica ¿Abrir o no? ¿Patrimonio para el disfrute de unos pocos ciudadanos o conservación a toda costa? ¿Apertura restringida o apuesta exclusiva por la colosal réplica de la cueva original, inaugurada en 2001 y que ya ha recibido a más de 2,5 millones de habitantes? Esos eran los dilemas a los que se enfrentaba ayer en su primera reunión el patronato. Por un lado estaba la facción de expertos, precavida y partidaria del informe del
Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que desaconsejaba la reapertura. Por otro, el Gobierno regional desaforadamente partidario de la misma y, en medio, el Ministerio de Cultura, que apostaba por un cupo limitado de visitantes.
Se impuso lo salomónico en una decisión final tomada por unanimidad. "Establecer las condiciones de máxima accesibilidad que simultáneamente garanticen la sostenibilidad de la cueva", rezaba el comunicado oficial pactado al milímetro entre los políticos y los expertos reunidos. Es decir: una reapertura pero muy, muy controlada. Una rendija. Además, una rendija que solo se abrirá después de un informe elaborado por una comisión nombrada ayer al efecto. ¿Su cometido? Dejar claro cómo, cuándo, cuántas personas y bajo qué condiciones podrían acceder en el futuro -probablemente en 2011- a la cueva original.
Cautela es, pues, lo que toca. No ha lugar, por ejemplo, a la euforia que mostraba ayer mismo Miguel Ángel Revilla, presidente de Cantabria. Este ya había anunciado su intención de invitar a la cueva al mismísimo
Obama. Pero tampoco parece de recibo cerrarse en banda a la posibilidad de que los ciudadanos disfruten de un patrimonio fundamental del
arte rupestre.
Lo que sí está claro es que en ningún caso los bisontes de Altamira podrán ser contemplados como en anteriores épocas, a razón de 8.800 visitas al año en más de 5.000 horas de apertura. "No será posible", comentaba ayer Ángeles Albert, directora general de Bellas Artes y presente en el patronato por Cultura.
Hay riesgos, evidentemente. Pero los expertos no creen que se repitan las condiciones que llevaron al cierre anterior. Aquella decisión se adoptó por precaución. Altamira corría el riesgo de caer presa del mismo mal irreversible que afectó a las
cuevas de Lascaux, en Francia. Una combinación fatal de anhídrido carbónico -producido por los seres humanos-, humedad y luz propició el nacimiento y propagación de unos hongos mortíferos para las pinturas. "Ahora se sabe qué pasó y se pueden tomar las precauciones oportunas", asegura Mariona Hernández Mariné, de la Universidad de Barcelona, que colaboró en el informe del CSIC. "No me parece mal, pero tendrá que ser con mucho cuidado. Desde luego con mucha menos luz", añade.
La comisión que deberá empezar a trabajar este mismo viernes tiene el encargo de elaborar un informe para que el patronato lo apruebe en otoño. En el trabajo deben indicar cuáles serían las mejores condiciones para la reapertura. Una vez formalizada, las visitas serán examinadas con lupa y se estudiará el impacto que producen de nuevo en la cueva. "El informe previo del CSIC nos indica que las cuevas están mejor que cuando se cerraron en 2002", explicaba Ángeles Albert.
Esa es la rendija por la que se ha colado el patronato para volver a abrir. "El efecto de Altamira cerrado es negativo. Abrir mañana sería una irresponsabilidad", comenta López Marcano. El grupo de trabajo designado lo integran la comisión permanente de las cuevas, representantes del CSIC y expertos nombrados a petición del patronato.
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